La C.N.T. se encontró en octubre
ante un hecho insurrecciona! del que no había sido advertida ni para el que
se solicitara su colaboración. Sin
embargo puede decirse que en
una gran mayoría de
los lugares de España donde se produjeron acontecimientos, las
organizaciones locales de la Confederación aportaron su esfuerzo a la lucha marchando a veces a la cabeza en
la ofensiva proletaria. Esta intervención fue presidida por la idea directriz
de que el movimiento llegase a plasmar en
u na verdadera revolución
que rompiese los pilares de la
sociedad del privilegio. Pero organizado
por el socialismo, era natural que la iniciativa correspondiese a
éste.
Por nuestra
parte, faltó la línea de
orientación colectiva de carácter
nacional, que señalase en
todos los lugares la
conducta a seguir. Pera no
puede constituir este hecho un reproche fundamental, en virtud de la
situación creada por el propio movimiento, que impidió una coordinación
estrecha de las fuerzas Confederales sobre un mismo plano de interpretación
del momento. Las circunstancias eran, además. bien diversas, como lo
demuestra el carácter francamente
divergente con que se ha perfilado octubre en Asturias y en Cataluña .Hicieron
los propios socialistas todo lo que
pudieron para evitar que Asturias
consumiese sus energías en una lucha titánica contra el Estado?
¿No quedó éste con las manos libres
para organizar la ofensiva a fondo contra la región minera? l.as fuerzas
mineras de Vizcaya, zona cercana a Asturias, ¿no fueron frenadas por los jefes e
inmovilizadas, concentradas en los
pueblos sin enemigos a quien combatir? ¿No han llevado las Juventudes
Socialistas una campaña a fondo
después de octubre contra el
reformismo del partido,
acusándolo de haber saboteado la revolución?
Más que nada,
la intervención confedera]
se resintió por
la carencia de elementos de
combate. Desde principios de 1933, la vida de la C.N.T., ha sido
una constante aventura.
Atravesando períodos enteros de clandestinidad; desorganizadas sus
fuerzas por las agresiones sistemáticas del Poder; debilitada por los propios
intentos insurreccionales, para los que no contó con la simpatía de la
socialdemocracia y s( con su más enconada oposición. su improvisada
intervención tenga que adolecer de los defectos que estos factores ocasionan.
Los propios socialistas tuvieron cuidado extremo en no poner las armas que no
usaron en manos de los hombres de la C.N.T.
Eran armas, sin embargo, las que
faltaban para equipar esa masa revolucionaria activa y acostumbrada a la
lucha, que no encontró la forma de entrar en acción, salvo a través de la
manifestación pasiva que significa la huelga general. La huelga general es el primer paso bacía
la insurrección, pero no tiene por sr misma el poder milagroso de determinar
el hundimiento de la sociedad capitalista.
El grave defecto de la parcialización insurrecciona,! que se manifestó en enero y en diciembre
de 1933, ha vuelto a tener, por desgracia, una nueva
expresión en la lucha más amplia y profunda de octubre. Con lo que se
demuestra por otra parte que estos errores de preparación y
realización de un
movimiento no son patrimonio exclusivo de una determinada
fracción del proletariado. Vayamos aprendiendo todas estas lecciones de la experiencia, que es
la gran educadora.
No basta con que en una región se
produzca el hecho insurreccional, por grande que sea su poder expansivo. El
Estado necesita ser atacado en todas partes, desorganizando sus defensas y
quebrando su fuerte aparato centralizado de represión. La solidaridad entre
todas, o la mayoría de las regiones, debe ser absoluta e-n el momento
decisivo de la lucha.
Los que piensan que el anarquismo es
una vaga y primaria aspiración a la libertad pueden ir aprendiendo lo que los
hechos ensenan. En Gijón y La Felguera,
el anarquismo demuestra su capacidad para el combate y la reconstrucción
social. Sobre el fondo de la rebelión se destaca su vigoroso sentido
organizador. Las instituciones libertarias: C.N.T. y F.A.I., Constituyen un
movimiento de lucha que aspira a unir cada vez más inteligentemente los
esfuerzos del proletariado, con vistas a la realización de un programa social que interprete sus necesidades.
Cuando la revolución se impone como
la única solución salvadora que puede conducirnos fuera del caos total en que
se debate la sociedad burguesa y autoritaria, la C.N.T. puede levantar con más razón que nunca su bandera de emancipación. Si el
movimiento de octubre fue posible, se debe en buena parte al
ambiente revolucionario creado por nuestras instituciones a través de la República.
Existía un estado de ánimo
popular caldeado y
propenso a concretarse
en una vasta manifestación transformadora. Ya
durante la campana electoral previa a
las elecciones de noviembre, el
Partido Socialista comprendió que tenía que encuadrar su propaganda
dentro de este manifiesto anhelo de subversión social. Sin la existencia de
la C.N.T., la socialdemocracia no se hubiera visto empujada la rectificación
táctica que supone su propaganda de conquista revolucionaria del Poder, desembocando en el movimiento
de octubre.
El socialismo llegó a octubre
dividido en dos grandes tendencias: la revolucionaria, que responderá a las
oleadas del descontento contra el régimen y contra el naciente peligro
fascista, y la reformista, que sostendrá puntos de vista tradicionales de
colaboración con la burguesía y de respeto a la legalidad. No es posible
negar que, a consecuencia de los hechos de octubre, el socialismo logra
atraer sobre sr la atención de las gentes y reconquista un buen lugar entre
el proletariado.
Esta reivindicación del socialismo
que lava sus errores colaboracionistas
en el Jordán
de la revolución, se logra
a costa de
una rectificación de
conducta. El anarquismo ve
la confirmación de su actitud
táctica en las propias disidencias de
la socialdemocracia. Se abren grandes grietas en la maciza fe ciega
depositada en los métodos legalitarios. Se vuelve la vista hacia las
primitivas posiciones rebeldes. En el seno del socialismo está planteada la
lucha de tendencias. ¿A quien corresponderá
la victoria?
La corriente bolcbevizante representa
la innovación. No corresponde a
las tendencias históricas
del socialismo español, ni
a la psicología conformista y
pequeño burguesa de la masa que le da vida desde hace largo tiempo. No en
vano opera la educación reformista sobre las conciencias, sobre todo cuando
esta educación hunde sus rafees a través de más de un cuarto de siglo. Dentro
de la lógica, cabe presumir que terminará por imponer su predominio aquella
parte del socialismo que interpreta su
medular esencia tradicional. Y
que el brusco movimiento de oscilación pendular que arrancó al Partido de su
cauce normal, volverá a encontrar el
equilibrio en las viejas normas gastadas. Algo de esto puede apreciarse a
través de los esfuerzos que se realizan para reconstruir el frente
socialrepublicano que derrumba ron
las elecciones del
19 de noviembre.
También ayuda a
este propósito la nueva táctica de frente popular que recomienda a los partidos comunistas del
mundo la Tercera Internacional consistente en unir sus esfuerzos al de los partidos de la pequeña burguesía,
para frenar el ascenso de la reacción fascista.
El
movimiento antiautoritario tiene una tarea propia que realizar.
Ya no somos
los únicos en aplicar
la táctica revolucionaria y en propiciar la transformación violenta de
la sociedad. Desde ángulos
distintos, el fascismo y el marxismo aparecen también en la arena del combate,
aspirando a la conquista de las grandes masas para impulsar la evolución
social por derroteros de autoridad. El anarquismo necesita reconstruir sus
fuerzas, aprestándose para desempeñar en la historia de España el papel a que
tiene derecho por su importancia y por su acción inigualada. Los
verdaderos intereses del
proletariado exigen la fundación de una sociedad de
productores libres, donde el gobierno de los hombres seo suplantado por la
administraci6n de las cosas. Una sociedad en que los productores administren
la economía con órganos propios; en que el
proceso productivo esté enteramente en manos de los sindicatos,
excluye toda intervención tutelar del Estado parasitario y tirán.ico y
asegura el desenvolvimiento normal del
hombre y de la colectividad en la libertad.
Acecha el fascismo. Avanza desde el
llano y desde el Poder. Ha conquistado ya las primeras posiciones y no
retrocederá voluntariamente. El
proletariado tiene que darle la batalla por imperativo categórico de conservación.
Su triunfo es la caída en la abyección, en la
tiranía y en la guerra. Sólo por la revolución será impedido este
retorno a la Edad Media. Después de las jornadas insurreccionales que han
tenido lugar desde la República, acopiando fuerzas y recogiendo enseñanzas,
el proletariado organizará la batalla final. El dilema no es: democracia o
fascismo. El dilema es: revolución o fascismo. La partida se juega ent re u n mundo en
derrota y la nueva sociedad que pugna por nacer. El proletariado no tiene que
utilizar sus fuerzas para mantener el statu qua capitalista, sino prepararse
para derrumbarlo.
Esta preparación abarca dos
aspectos: el aspecto insurreccional y el constructivo. La eficacia demoledora
y aglutinante del anarquismo está en razón directa a su capacidad para concretar un programa de realizaciones económicas y
sociales que garanticen el derecho a la vida y al bienestar, cercenados en
todo régimen que sostenga el aparato parasitario del Estado y haga depender
la economía de otra voluntad y de otros intereses que los de los productores
mismos.
Si el avance hacia un porvenir mejor
ha de hacerse en lo sucesivo al precio de menores sacrificios y de más
eficaces resultados, las lecciones de enero y diciembre de 1933 y de octubre
de 1934 deben ser aprovechadas.
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