La entrada en el Gobierno de ministros de la CEDA provocó una dura contestación por parte de determinados sectores de izquierda. Vizcaya fue uno de los principales escenarios de la lucha
Miedo. Eso fue lo que sintieron muchos españoles y una buena parte de la clase política cuando la coalición de derechas -CEDA-, liderada por Gil Robles, se hizo con la victoria tras las elecciones legislativas de noviembre de 1933. Y es que para las fuerzas progresistas la llegada al poder de los conservadores no sólo iba a suponer un freno a las políticas sociales, sino que amenazaba seriamente la propia supervivencia de la República. De hecho, no eran pocos los líderes socialistas que opinaban que lo único que buscaba la derecha no era más que la instauración de un régimen de corte fascista al estilo de lo que ya ocurría en Centroeuropa. Ante semejante panorama, ya desde la primavera de 1934, determinados dirigentes del PSOE se plantearon seriamente tomar el poder por la fuerza. Tampoco las formaciones nacionalistas, principalmente vascas y catalanas, vieron con buenos ojos el relevo electoral. Para el PNV, el cambio significaba un frenazo a sus aspiraciones autonomistas.
Una calma tensa dominó la vida política durante la primera mitad de 1934, tiempo en el que el Partido Republicano Radical se encargó del gobierno, primero con Lerroux al frente y luego con Samper. La excitación se mantuvo en unos niveles aceptables a pesar de que el Ejecutivo hizo méritos para granjearse enemigos donde antes no los había. Así ocurrió con el nacionalismo vasco al que no contentos con despreciar su estatuto de autonomía, arremetieron contra la independencia fiscal al interferir torpemente en determinadas competencias.
La situación estalló el 1 de octubre cuando la CEDA retiró su apoyo al Gobierno de Samper y Gil Robles exigió a Lerroux la entrada de miembros de su formación en el ejecutivo. Agobiado por las circunstancias y presionado en exceso, Lerroux cedió y el día 4 anunció la entrada de tres ministros. Aquello era intolerable.
¡Huelga general!
El acceso de elementos reaccionarios al Gobierno encendió todas las luces de alarma. Fue entonces cuando las tensiones estallaron y se puso en marcha el tan anunciado proceso revolucionario. El 5 de octubre, al grito de ¡huelga general!, las masas obreras, dirigidas principalmente por líderes del PSOE y de la UGT, tomaron las calles de las ciudades más importantes. Ese mismo día Bilbao quedó paralizada desde primera hora. Las fábricas, talleres y obras pararon, el comercio fue conminado a cerrar, las principales líneas férreas fueron objeto de constantes sabotajes y se cortó el teléfono de ambas márgenes de la ría. La determinación de los huelguistas era clara a pesar de que desde Gobernación Civil se transmitió la noticia de que en Madrid el movimiento había sido sofocado al de poco de iniciarse. Sin embargo, en Vizcaya los elementos más radicales se hicieron fuertes. Para animar aún más su determinación, el 6 de octubre, el presidente de la Generalitat, Lluís Companys, proclamó el Estado catalán dentro de la República Federal Española. Además, desde Asturias, llegaban noticias esperanzadoras. La fuerza obrera asturiana había tomado las armas. La revolución social era imparable.
En Bilbao la situación era preocupante. Las fuerzas de Asalto y Guardia Civil, desbordadas por la situación, recibieron el apoyo del Ejército para asegurar el suministro de artículos de primera necesidad y restablecer las comunicaciones. El gobernador civil, agobiado por la situación, arremetió contra los comerciantes, a los que amenazó con fuertes multas si no abrían. En la zona minera, los huelguistas formaron grupos de pseudo-guerrilleros que se enfrentaban abiertamente a las fuerzas del orden. Todo indicaba que se podía alcanzar un estadio de preguerra civil.
La situación había llegado a tal límite que no quedó más remedio que dejar que el Ejército empezara a gestionar la situación. Así, el mismo sábado 6 de octubre, se proclamó el Estado de Guerra.
Lejos de mejorar, el domingo 7 de octubre, la situación empeoró. Atxuri, los barrios altos y varias calles del casco viejo bilbaíno se convirtieron en el escenario de enfrentamientos armados que provocaron los primeros muertos y heridos. Comenzó de esta manera un periodo de setenta y dos horas en las que la lucha, tanto en Bilbao como en las poblaciones de la margen izquierda, fue constante. El gobernador civil, desesperado, cargó de nuevo contra todo aquel que no acudiera a su trabajo. Llegó a pedir que los que no se incorporasen fueran despedidos. Se había llegado al límite. La margen izquierda se convirtió en un auténtico territorio en litigio por el que pugnaron revolucionarios, por un lado, y Guardia Civil, de asalto y ejército, por otro. En Portugalete, sin ir más lejos, los huelguistas llegaron a controlar la villa durante más de veinticuatro horas. La situación se había desbordado. La revolución se hacía fuerte y en algunos puntos, como Mondragón, se cobraba sus primeros mártires. El político tradicionalista Marcelino Oreja Elósegui fue asesinado al intentar huir de sus captores.
Sin embargo, a partir del 10 de octubre, la situación pasó a estar mejor controlada por el ejército y las fuerzas del orden, a pesar de que los tiroteos, explosiones y asaltos se mantuvieron hasta el día 13. La determinación gubernamental y la dureza con que actuó el Ejército puso en jaque la lucha de los revolucionarios, que no se vieron apoyados por el resto de los ciudadanos. A mediados de octubre, el gobierno de Lerroux controlaba Barcelona, el País Vasco y Asturias. La revolución había fracasado.
Revolución de octubre de 1934. Despliegue de los guardias de asalto en Bilbao
Revolución de octubre de 1934. Los guardias de asalto hallan un arsenal de armas en un local de la calle Iturribide.
Revolución de octubre de 1934. Boquete abierto por los revolucionarios de Arrasate/Mondragón frente al cuartel de la guardia civil durante su ataque
Revolución de octubre de 1934. Sala del consejo de guerra, en Pamplona / Iruña, ocupada por los 172 procesados de Eibar. Enero de 1936
Revolución de octubre de 1934. Bando del alcalde de Arrasate/Mondragón (Gipuzkoa) tras el asesinato de Marcelino Oreja Elósegui
Continuando con las noticias relacionadas con la época en que sucedieron la denominada revolución de Octubre en 1934, en esta ocasión traigo al blog un reportaje publicado unos años después de estos sucesos en los que se da cuenta del regreso de gran número de exiliados que habían huido de la península a consecuencia de estos sucesos.
El autor del reportaje se entrevista con seis de ellos en una pensión madrileña tras su vuelta, de estos, tres, Teodoro Llano, Víctor Blanco y Andrés Gaviña eran de Portugalete.
Estos cuentan su estancia en tierras soviéticas durante su periodo de exilio, lugar de trabajo, deportes que se practicaban, viviendas donde residían y otra serie de de detalles que son interesantes para el conocimiento profundo de esta etapa y sus posteriores consecuencias.
REVOLUCIÓN de OCTUBRE del 34 en GIPUZKOA. De casta le viene al galgo:
Marcelino Oreja Elósegui, padre de Marcelino Oreja Aguirre y abuelo de Jaime Mayor Oreja es un fuerte empresario y miembro de Acción Católica y de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas -grupos tradicionalistas-, y fue elegido diputado en las elecciones generales de 1931.
Como empresario de Unión Cerrajera de Mondragón (Gipuzkoa), hizo pública su negación a contratar a trabajadores revolucionarios y sindicalistas, “antes que cualquier republicano pise el suelo de mi fábrica tendrán que comer hierba. En mi casa no hay ni pan ni trabajo para ellos”, gritaba en los mítines.
Durante la Revolución de Octubre de 1934 en varios puntos del norte de España, fue detenido y conducido a la Casa del Pueblo de Mondragón, y fue ajusticiado el 5 de octubre de 1934 junto al también empresario Dagoberto Resusta: “En horas de insurrección armada, con la toma del poder local, declaramos la República Socialista en Mondragón y abolimos el dinero”. A Marcelino, al que los obreros llamaban “El Jabalí”, le pegaron 4 tiros, y alguien le metió un manojo de hierba en la boca.
Fueron detenidas y torturadas 110 personas, acusados de la Revolución en Mondragón y de estas 2 muertes.
La primera foto no corresponde a Oviedo, es Gijón.
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