FUNDACIÓNANDREU NIN |
Octubre de 1934
Antonio Liz
Estos artículos, todos ellos publicados, los presento aquí organizados. Los elaboré al calor de las investigaciones para mi libro Octubre de 1934, insurrecciones y revolución (Espuela de Plata, 2009). Allí se recoge la dinámica del proceso histórico y el decir y proceder de sus actores. Aquí doy una visión general en el primer artículo, hago unos apuntes concretos en los otros y añado, como hice en el libro, un listado de siglas y una cronología para facilitar la lectura y la comprensión del periodo. Anotar que aunque los artículos salen de la dinámica de investigación que generó mi libro son autónomos ya que si bien tienen la misma inspiración no están sacados directamente de mi obra, a excepción de algunas partes del último de ellos.
1. Octubre de 1934, una visión general
2. Un discurso del filofascista Gil Robles
3. Nace la Alianza Obrera
4. Un artículo de Joaquín Maurín
5. La CNT y la Alianza Obrera
6. Siglas
7. Cronología
El 12 de septiembre de 1933 terminaba el gobierno de coalición republicano-socialista liderado por el republicano Manuel Azaña y el socialista Largo Caballero. El líder socialista había perdido ya todas las ilusiones reformistas y ponía fin a la colaboración de clases.
Desde el Pacto de San Sebastián (27, agosto, 1930) el republicanismo había estado al timón político y el socialismo le había dado la cobertura de masas. Con cambios en la jefatura de gobierno, primero Alcalá Zamora y después Manuel Azaña, esta colaboración se venía dando en el gobierno de la República desde su propia instauración, el 14 de abril de 1931.
Ya no era tiempo de reformas, como el propio Largo Caballero decía. Así, el líder socialista se sumaba a la crítica que el conjunto de la izquierda le hacía a la República. Esta no había sido capaz de satisfacer necesidades básicas de la clase trabajadora urbana ni de los jornaleros del campo. Tanto en el medio urbano como en el rural, el gobierno republicano-socialista había utilizado la Ley de Defensa de la Republica para represaliar al movimiento obrero, de la ciudad y del campo, como ponían en evidencia la deportación de anarcosindicalistas y las matanzas de trabajadores y campesinos en, por ejemplo, Arnedo (1932) y Casas Viejas (1933).
La República democrática no había sido capaz de darle un horizonte de esperanza a las clases populares. Sí, había emprendido una serie de medidas democráticas pero no las había llevado a buen puerto. Así, la tan esperada reforma agraria poco menos que se quedó en el papel, la clase trabajadora urbana no veía frenada la explotación a la que era sometida por la burguesía y la estructura no excesivamente centralista del Estado no acababa de consolidarse. Cierto, en la constitución aprobada el 9 de diciembre de 1931 se había convertido en la realidad teórica a la República en un Estado laico, las mujeres podían ejercer por primera vez el sufragio universal y se recogía en su artículo primero que “España es una República democrática de trabajadores de toda clase”. Pero en la realidad práctica la Iglesia seguía siendo el mayor aparato ideológico de la clase dominante, la burguesía y los terratenientes controlaban la producción y las finanzas además de contar con gran parte del aparato jurídico, policial y militar ya que no se había purgado en profundidad a los aparatos del Estado que, en rigor, eran los mismos que en tiempos de Alfonso XIII. De esta forma, no es extraño que los intentos reformadores del gobierno republicano-socialista, por muy bien intencionados que estuviesen, no podían tener el calado que el mismo gobierno quisiese porque el único poder directo que había perdido la clase dominante era el político, que ahora se aprestaba a recuperar.
Al gobierno republicano-socialista le sucedieron dos gobiernos republicanos que no podían traer, por la composición de la cámara y las aspiraciones sociales, la estabilidad. El segundo de ellos simplemente se limitó a convocar elecciones legislativas. A éstas la derecha llegó en lo fundamental unificada bajo el manto de la CEDA, mientras que el PSOE se presentó en solitario sin poder tener el apoyo del conjunto del movimiento obrero al cual en parte había ayudado a reprimir.
Las elecciones legislativas se celebraron el 19 de noviembre de 1933. Votaron 8,7 millones y la abstención, más numerosa que en las pasadas elecciones de 1931, en las que triunfara la coalición republicano-socialista, fue del 32,54% del censo. Ganó la derecha. Se entraba de lleno en una coyuntura política nueva. La derecha, liderada por la CEDA de Gil Robles, no estaba ni por mantener las moderadas reformas que había establecido el gobierno republicano-socialista ni el marco constitucional que había creado la Carta Magna de 1931. Pero la derecha no quería una mera vuelta al pasado sino que su horizonte se centraba en lo que estaba ocurriendo en Europa central, concretamente en Alemania donde Hiltler era canciller desde el 30 de enero de 1933, y en Austria, donde el jefe de gobierno, el filofascista Dollffus, venía de someter a la clase trabajadora por la fuerza de las armas.
Aún en este escenario la derecha optó de momento por formar un gobierno presidido por Lerroux, sin ministros de la CEDA aunque mediatizado por ella. La derecha todavía se preparaba para echarle un pulso a la clase trabajadora. La indecisión de la derecha sólo se puede entender por la fuerza del movimiento obrero que, aunque dividido políticamente, estaba organizado en dos grandes movimientos de masas, el socialista y el anarcosindicalista, además de contar con otras organizaciones menores, las más importantes alrededor del PCE y del BOC e ICE.
Al poco de ganar las elecciones la derecha, el movimiento anarcosindicalista llamó a la insurrección. Esta se desarrolló del 8 al 12 de diciembre en zonas de Aragón, la Rioja y Andalucía. Fue una insurrección exclusivamente generada por el movimiento libertario, sin contar para nada con el resto de las fuerzas políticas del movimiento obrero por lo que fue derrotada con facilidad. Sobre el movimiento anarcosindicalista se volvía a cebar la represión.
La otra gran fracción del movimiento obrero, la socialista, le advirtió al gobierno que de entrar en él ministros de la CEDA llamaría a la insurrección. Sería también su insurrección ya que no contaría tampoco con las otras fracciones del movimiento obrero.
Mientras los otros dos sectores del movimiento obrero, los que se encarnaban en el PCE, por un lado, y en el BOC e ICE, por otro, tenían posiciones políticas encontradas. El PCE estaba claramente subordinado a los dictados de la IC que, en aquellas alturas, estaba absolutamente controlada por la burocracia stalinista que le hacía mantener una posición rígidamente sectaria. EL BOC y la ICE llamaron a la creación del “frente único” a través de la formación de las Alianzas Obreras, constituyendo la primera el 9 de diciembre en aquel año de 1933, coincidiendo prácticamente con el comienzo de la insurrección anarquista.
Ante la división política absoluta del movimiento obrero, el gobierno pudo derrotar dos grandes movilizaciones proletarias: la huelga de Zaragoza, que duró del 28 de marzo al 9 de mayo de 1934, y la huelga de los jornaleros del campo, que se llevó a cabo del 5 al 18 de junio del mismo año. El gobierno no tuvo empacho en declararlas “ilegales” y pudo derrotarlas una tras otra porque la clase trabajadora daba batallas parciales protagonizadas por fracciones políticas diferentes.
La derecha no pudo menos que envalentonarse ante la división política del movimiento obrero y, después de anular una “Ley de contratos de cultivos” promulgada por una Generalitat gobernada por ERC, se aprestó a desafiar por entero a la clase obrera dándole entrada en el gobierno a la CEDA el 4 de octubre de 1934. Era todo un desafío.
Ante tanto fracaso el movimiento obrero había reaccionado parcialmente. Se había conseguido establecer en Asturias una Alianza Obrera entre las dos grandes fracciones de masas del movimiento obrero, PSOE/UGT y CNT/FAI, que también contaba con los minoritarios núcleos del BOC e ICE, y de la que se autoexcluía el PCE que no entrará en la Alianza Obrera asturiana hasta el comienzo de la insurrección. En Cataluña, el BOC y la ICE habían conseguido crear la Alianza Obrera aunque sin la participación de la CNT, lo que la dejaba muy coja ya que la central anarcosindicalista era la que encuadraba a la mayor parte del movimiento obrero en Cataluña. Madrid, donde dominaba el PSOE/UGT, fue el centro desde el cual el movimiento socialista se había puesto a organizar técnicamente la insurrección, pero sin dotarla de programa, para el caso de que se diese entrada a la CEDA en el gobierno.
Si el día 4 de octubre ya estaba formado el nuevo gobierno con tres ministros de la CEDA, el 5 la insurrección de la clase obrera era un hecho. El movimiento obrero, sin un programa claro y con una unidad imperfecta, le plantaba cara a un gobierno que pretendía forzar la fascistización de la República.
La orden de insurrección había partido del Comité Revolucionario que estaba formado exclusivamente por socialistas, miembros del partido, del sindicato y de las juventudes y presidido por Largo Caballero. En Asturias devino en revolución, en Barcelona en insurrección, en Madrid se quedó a medio camino entre insurrección y huelga general, y en otras muchas zonas fue una huelga general con brotes insurreccionales.
Si desde el punto de vista técnico el Comité Revolucionario había organizado bien la insurrección desde el punto de vista político el vacío orientador era la norma. Así, la clase trabajadora no sabía si se movilizaba para desalojar a los ministros cedistas del gobierno o para conquistar el poder. Desde el Estado Mayor de la insurrección no se había dado una consigna política clara y esto era debido a que la dirección socialista no había llamado a la insurrección con el objetivo decidido de conquistar el poder, es más, alguno de sus integrantes tenía la convicción que la postura del PSOE/UGT había sido la de amagarle con una movilización de masas al presidente de la República y al gobierno para que no diesen entrada a ministros de la CEDA.
La carencia de un programa insurreccional claro y la división entre las diferentes fracciones políticas del movimiento obrero va a posibilitar que la clase trabajadora esté en desventaja política ante el gobierno radical-cedista. No obstante, en Galicia hubo huelga general en los centros urbanos y choques armados con la Guardia Civil en localidades como Ferrol y A Coruña. En la zona minera de León y Palencia se dio una decidida insurrección por lo que en Guardo, en el norte de Palencia, se derrotó a la Guardia Civil y se proclamo la “República socialista”. Las cuencas mineras de Río Tinto (Huelva) y Puertollano (Ciudad Real) pararon toda actividad laboral y en la de Linares-La Carolina (Jaén) la Guardia Civil tuvo que desalojar a los trabajadores de la Casa del Pueblo. En el noroeste de Albacete, en Villarobledo, los campesinos se apoderaron por la fuerza de las armas del casino, emblema señorial, y allí le hicieron frente a las fuerzas gubernamentales. En Tauste y Uncastillo, localidades zaragozanas, los trabajadores conquistaron el poder local y resistieron a las fuerzas del gobierno durante dos días. Y así en enésimas localidades, además de huelgas generales en Zaragoza, Murcia, Valencia, Jaén, Córdoba, Sevilla y en otras muchas ciudades y localidades.
La indecisión impedirá en muchas zonas conquistar el poder. Fue, por ejemplo, el caso de Bilbao que a pesar de controlar los trabajadores buena parte de la ría y de mantener huelga general hasta el día 12 no se fue a la conquista del poder por no llegar la orden insurreccional. El gobierno sólo pudo controlar Eibar, donde estaba la mayor fábrica de armas del Estado, cuando envió columnas militares desde Bilbao y Vitoria. Ya al inicio de los hechos el PNV había puesto en conocimiento de la autoridad gubernamental, del gobernador militar de Guipúzcoa, que nada tenía que ver con huelgas e insurrecciones.
En Madrid hay huelga general desde el día 5 al 12 y, además, brotes insurreccionales como pone de manifiesto el ataque que se le hizo al cuartel de la Guardia Civil en Guzmán el Bueno y los intentos de tomar el Ministerio de Gobernación y el cuartel del Regimiento de Infantería número 6. Así mismo, se dieron enfrentamientos armados entre trabajadores y fuerzas gubernamentales por zonas como Atocha, Chamberí o Cuatro Caminos. Aquí, en la capital, estaba instalado el Comité Revolucionario que fue descabezado más por su propia impericia que por el hacer de las fuerzas del gobierno como nos informa el hecho de que el propio Largo Caballero, la cabeza, fuese detenido en su propia casa el día 14.
Barcelona fue el epicentro de lo que ocurrió en Cataluña. Fue la Alianza Obrera la que llamó aquí a la insurrección, en la que no participó directamente la CNT aunque sí lo hicieron militantes anarcosindicalistas. Desde la Generalitat, gobernada por ERC, hubo una postura timorata y una negativa absoluta por parte de Companys a darle armas a la clase trabajadora. Si bien el día 6 proclama el “Estado catalán dentro de la República federal española” es porque las movilizaciones de la clase trabajadora ya habían impuesto la proclamación de la “República catalana” en otras zonas de Cataluña. Tan pronto como el día 7 Companys telefonea al general Batet comunicándole que se rinde porque no tiene la voluntad de hacerle frente al ejército. El gobierno de la Generalitat se entrega en pleno a excepción del conseller de gobernació, Dencás, que huye por las alcantarillas. En Sabadell la Alianza Obrera había tomado el control del Ayuntamiento, el símbolo del poder local, y había proclamado la “República catalana”. En Granollers trabajadores armados sitiaron a 36 guardias civiles que sólo se vieron a salvo el día 8 cuando llegaron tropas del gobierno. En Lleida tropas del ejército tuvieron que conquistar por la fuerza de las armas la comisaría donde se habían atrincherado los trabajadores. El día 7 desembarcó en el puerto de Barcelona una bandera del Tercio y un batallón de Cazadores de África. El 9 de octubre las fuerzas gubernamentales tenían el completo dominio de la situación.
Pero va a ser Asturias el epicentro de todo el movimiento insurreccional. Aquí la clase trabajadora fue en unidad de acción. La Alianza Obrera asturiana estaba compuesta por todas las fracciones políticas de la clase trabajadora, desde las dos grandes fracciones de masas, PSOE/UGT y CNT/FAI, hasta las minoritarias BOC e ICE y el PCE, que se incorporó al iniciarse los hechos. El Comité Revolucionario Provincial va a ser el Estado Mayor de la insurrección asturiana. Insurrección victoriosa que se transforma en revolución social porque la clase trabajadora, a través de sus diversas fracciones políticas, no sólo conquista el poder por la fuerza de las armas sino que empieza a legislar un mundo nuevo, basado en la igualdad social. Dos van a ser los centros emblemáticos de la Revolución asturiana: Mieres y La Felguera.
En Mieres, núcleo socialista, la clase trabajadora toma al asalto el Ayuntamiento, defendido por la Guardia de Asalto, la casa-cuartel de la Guardia Civil y el cuartel de la Guardia de Asalto. Automáticamente se proclama desde el balcón del Ayuntamiento la “República socialista”. Este triunfo militar y político fue posible, además de por la unión de las fuerzas proletarias, porque allí se da una concentración de obreros, mineros y metalúrgicos. De inmediato a la proclamación de la Republica social se organizan columnas obreras que parten para otras localidades asturianas. Se organiza la producción, la distribución de alimentos y la sanidad. Todo con un orden tal que los enemigos de la revolución afirmarán a posteriori que allí imperó el orden revolucionario.
En La Felguera, núcleo anarcosindicalista, la clase trabajadora toma por asalto el cuartel de la Guardia Civil y la Casa Consistorial. Se toma posesión del convento de los dominicos y de la iglesia, a la que se le prende fuego. Acto seguido, se convoca una asamblea popular donde se decide proclamar el “comunismo libertario”. Queda abolida la moneda y socializados los medios de producción, empezando por la fábrica Duro-Felguera, el centro económico de la localidad. Se crean comités para distribuir los alimentos. Los obreros organizan en la fábrica Duro-Felguera turnos continuados y se ponen a blindar camiones para distribuirlos a las milicias obreras. Así mismo, se organizan columnas obreras que parten para otros frentes de batalla.
En otras zonas de Asturias como Oviedo y Gijón, era cuestión de unos pocos días que la clase trabajadora conquistara el poder. Si esto no fue posible fue, sencillamente, porque la Revolución asturiana quedó aislada lo que le posibilitó al gobierno radical-cedista concentrar allí a fuerzas del ejército, entre ellas a fuerzas coloniales, Tercio y Regulares, llevadas expresamente para rendir a la clase trabajadora asturiana. Las milicias obreras asturianas, un auténtico embrión de Ejército Rojo, que siempre anduvieran escasas de municiones, ya que el ejército las había puesto previamente a buen recaudo, pero con dinamita, cañones, camiones blindados, buena tropa y moral de victoria, habían ido embolsando a las fuerzas del gobierno, como fue el caso paradigmático de Oviedo, y las hubiesen rendido si no hubiese sido porque el ejército gubernamental, libre ya de otras insurrecciones, pudo atacar a las fuerzas revolucionarias por el norte, por mar, bombardeando Gijón y desembarcando tropas y, por tierra, por el oeste y por el sur, lo que posibilitó que las milicias obreras tuviesen que ir cediendo terreno hasta quedar ellas embolsadas lo que las obligó a admitir la derrota, no sin desgarros. El 18 de octubre de 1934 el Comité Revolucionario de Asturias emitió el último comunicado advirtiendo que “al proletariado se le puede derrotar pero jamás vencer” por lo que aquella derrota era sólo un alto en el camino.
Esta advertencia no cayó en saco roto para la derecha que se lanzó a una represión descomunal, como no se había visto otra en la historia del movimiento obrero español, y eso que las había habido muy cruentas. Se asesinó a un sinfín de trabajadores, se violó a sus mujeres, se fusiló a mares, se torturó sin pausa, se encarceló a miles y a miles se despidieron de sus centros de trabajo. Y todo esto fue aplaudido desde el Congreso de los Diputados por sus señorías, que llegaron a pedir que se fusilara y se fusilara a trabajadores para salvar a la República, aunque algunos ya abogaban por traer el Estado corporativo, el fascismo. No obstante, la clase obrera estaba derrotada pero no vencida, como demostraría enfrentado en julio de 1936 un Golpe de Estado que traería la Revolución social en la zona republicana.
El talante de la derecha filofascista, encarnada en la CEDA, que va a ser la aglutinadora de las fuerzas de la derecha hasta 1936, queda perfectamente reflejado en este discurso de su líder, Gil Robles, en plena campaña electoral para las elecciones generales del 19 de noviembre de 1933.
En la mañana del domingo 15 de octubre Gil Robles, presidente de la CEDA, da un mitin en el cine madrileño Monumental Cinema, que fue también transmitido por radio. Su posición es clara ante lo que tiene que hacer la derecha para parar la revolución social. Oigámosle a través de las páginas del periódico El Debate: “Había que dar estructura a las nuevas derechas españolas. Era necesario ir a la reconquista de España (…). Y a medida que se avanzaba, las avanzadas y los grupos de resistencias que se encontraban fueron agrupándose en una organización al mismo tiempo flexible y recia y se constituyó la Confederación de Derechas Autónomas (…). Todo se ha hecho con propósito de englobar a todos con un espíritu generoso, sin ánimo de monopolio, con deseo de abrazar a los que vengan a luchar por las batallas por Dios y por la Patria. ¿Se ha hecho todo eso tan sólo para constituir un partido? El propósito era más amplio, más generoso, más comprensivo. Se quería dar a España una verdadera unidad, un nuevo espíritu, una política totalitaria (…). El elemento unitario para una política totalitaria lo encontramos en nuestra gloriosa tradición (…). Nosotros buscamos ese principio unitario y totalitario en el ideal cristiano de nuestra Patria (…). Vamos a ocuparnos del presente (…). Estamos en el momento electoral (…). Para mí sólo hay una táctica por hoy: formar un frente antimarxista, y cuanto más amplio mejor. Es necesario, en el momento presente, derrotar implacablemente al socialismo (Muchos aplausos) (…). Hay que llamar a todas las fuerzas sociales y antirrevolucionarias, a todas las que vayan contra el materialismo y contra todos los errores que se cifran en una sola palabra: marxismo (Grandes aplausos. Una voz: “Y contra Maciá”). Yo centro mis ataques (…) en el socialismo, y de ahí los derivo a todos los elementos que con él han tenido contacto. De la división de España son en gran parte responsables los socialistas. Sin ellos no se hubiera podido aprobar el Estatuto (Aplausos). Lo que ocurre es que centro mis ataques contra los socialistas porque han sido los únicos beneficiarios del más vergonzoso de los pactos, el de San Sebastián, en el que se aliaron el sectarismo, el separatismo y el socialismo (…). La gran necesidad del momento actual es la derrota del socialismo (…). Proyectemos ahora una mirada hacia el porvenir (…). Nuestra generación tiene encomendada una gran misión. Tiene que crear un espíritu nuevo, fundar un nuevo Estado, una Nación nueva; dejar la Patria depurada de masones, de judaizantes… (Grandes aplausos) (…). Hay que ir a un Estado nuevo y para ello se imponen deberes y sacrificios. ¡Qué importa que nos cueste hasta derramar sangre! Para eso nada de contubernios. No necesitamos el Poder con contubernios de nadie. Necesitamos el Poder íntegro y eso es lo que pedimos. Entretanto no iremos al Gobierno en colaboración con nadie. Para realizar este ideal no vamos a detenernos en formas arcaicas. La democracia no es para nosotros un fin, sino un medio para ir a la conquista de un Estado nuevo (Aplausos). Llegado el momento el Parlamento o se somete o le hacemos desaparecer (Aplausos) (…). Llamo, eso sí, a todos, cuanto mayor número mejor, para terminar esta primera tarea de frenar y liquidar de una vez la revolución (…). Y nada más (…). (Gran ovación. El público despide al orador con aclamaciones de entusiasmo)” .
Derrotar al socialismo y comenzar a construir un Estado corporativo eran los ejes de la derecha. No se trataba pues de ganar las elecciones y de volver al pasado de la Restauración alfonsina sino de barrer social y políticamente a la clase trabajadora sometiéndola a un Estado corporativo, fascista, que era lo que estaba sucediendo en la Alemania nazi, en la Italia fascista y en la Austria filofascista. Así, no es de extrañar que cuando la CEDA accedió al gobierno con tres ministros, apoyados en su mayoría parlamentaria, casi un año después de este discurso, el 4 de octubre de 1934, la clase trabajadora española fuera a la insurrección. Si bien se daba una unidad imperfecta entre las diversas fracciones de la clase trabajadora éstas sí tenían claro lo que el acceso al poder de la CEDA significaba: para el PSOE el colocar a los reaccionarios españoles “en condiciones de ventaja para aplastar a las organizaciones obreras y a los partidos revolucionarios” , para el BOC “un gobierno en el que participasen los fascistas de Gil Robles equivaldría a una declaración de guerra contra el proletariado, los campesinos, Cataluña y el País Vasco” . Lógico por lo tanto que un militante comunista dijese que la entrada de la CEDA en el gobierno suponía la “primera victoria oficial del fascismo. Aceptar esto, sin resistencia, sin lucha, sería tanto como prepararse la derrota, el aplastamiento, la tumba” .
Si el deseo de crear un “frente único” de la clase trabajadora por parte de Joaquín Maurín y de Andreu Nin venía de atrás, va a ser la nueva coyuntura política que se abre con el triunfo electoral de la derecha en las elecciones de noviembre de 1933 la que posibilite la materialización de esta idea. Así, al poco de celebrarse las elecciones generales el BOC se dirige por escrito a las organizaciones de la izquierda para intentar crear ese “frente único” de la clase trabajadora.
El 9 de diciembre quedaba constituida la primera Alianza Obrera en la historia del movimiento obrero español. El día 10 prensa obrera daba noticia del acontecimiento. Firmaban esta primera Alianza Obrera el PSOE, la UGT, ICE, los Sindicatos de Oposición, la FSL, la Unió de Rabassaires, la Unió Socialista y el propio BOC . Al poco, la Unió Socialista sería expulsada por participar en el gobierno de la Generalitat, mientras que la Unió de Rabassaires, el sindicato de la pequeña burguesía campesina catalana, la abandonará.
Esta Alianza Obrera jugó un papel importante en Cataluña ya que a pesar de ser la CNT la fracción mayoritaria del movimiento obrero catalán el poder de convocatoria de los sindicatos escindidos de la central anarcosindicalista y los del propio BOC no era desdeñable, tanto que en la provincia de Lleida el BOC posiblemente tuviese más fuerza que la propia CNT. Fue esta Alianza Obrera la que lideró la insurrección proletaria en Cataluña en Octubre de 1934, aunque también participaron núcleos anarcosindicalistas a pesar de que la dirección de la CNT no llamara a la insurrección.
Tal como lo veía Maurín, la Alianza Obrera, de desarrollarse adecuadamente, tendría que pasar por tres fases: organismo de frente único, instrumento insurreccional y, por último, organismo de poder . Estaba claro, según este esquema, que ahora se estaba en la etapa inicial, en el momento del “frente único”, que tenía como objeto inmediato contrarrestar el filofascismo de la derecha, cuyo soporte político y de masas era entonces la CEDA de Gil Robles con sus juventudes, los señoritos de las JAP.
Que la necesidad de organizar a la clase trabajadora para hacerle frente colectivamente a la derecha no era sólo una obsesión de Nin y Maurín, de la ICE y del BOC, se verá con el nacimiento de Alianzas Obreras en varias partes del Estado, La Batalla informa que “la constitución de la Alianza Obrera en Cataluña fue el punto de partida. Después vino Valencia. Luego Asturias y Madrid” . Así, si la primera fue la constituida en Cataluña la más importante, la que se convertirá en un paradigma de la Alianza Obrera será la asturiana. En Asturias la UHP será una realidad.
La CNT catalana no estaba a favor de la Alianza Obrera, posiblemente porque los aliancistas estaban poniendo en cuestión su liderazgo entre la clase obrera catalana. Algo parecido ocurría en Madrid, donde el socialismo era hegemónico, allí tampoco el PSOE y la UGT estaban muy interesados en que creciese la alianza porque cuestionaría su liderazgo entre la clase obrera. El prurito del liderazgo estaba jugando en contra de las necesidades objetivas de la clase trabajadora. No obstante, las dos grandes fracciones del movimiento obrero se van a dar la mano en Asturias, donde si bien el socialismo tenía más implantación que el anarquismo allí no había hegemonía de ninguna de las partes.
El acuerdo entre el movimiento socialista y el anarcosindicalista va a suponer un hito en la historia del movimiento obrero español. La CNT asturiana tuvo que oponerse a la CNT catalana en un Pleno de Regionales, donde ratificó su determinación de que el proletariado asturiano pudiese ir en comunidad de acción. A este acuerdo se sumarán de inmediato el BOC y la ICE, mientras que el PCE, que llegará a afirmar cosas tan esperpénticas como que “la Alianza Obrera es el nervio vivo de la contrarrevolución” , sólo entrará en la alianza una vez desencadenada la insurrección. El hecho aliancista tendrá una importancia capital, determinante, en la victoria militar y política de la insurrección ya que la convertirá en la primera victoria de la revolución social en la historia del Estado español.
El acuerdo entre socialistas y anarcosindicalistas va a tener un primer comunicado en marzo de 1934, firmado por la CNT, UGT y el PSOE. Lo reproducimos íntegramente:
“Al proletariado asturiano
Ante la situación política y social por que atraviesa España y teniendo en cuenta las probables derivaciones del actual estado de cosas, las fuerzas obreras de la región de Asturias que pertenecen a los dos sectores sindicales UGT y CNT y la Federación Socialista Asturiana han formado una alianza cuyos objetivos son:
Primero. –Luchar abiertamente contra el fascismo que intenta imponer sobre el pueblo su característico sistema de opresión, acabando con las organizaciones de clase y con las escasas libertades y derechos establecidos en la nación.
Segundo. –Realizar amplia labor de oposición a todo propósito de guerra en lo que se refiere al conjunto de los países del continente europeo, como igualmente en lo que afecta al problema colonial de África.
Estas dos importantísimas cuestiones para el porvenir de España, y que encierran un gran interés para la clase obrera en esta hora, han sido el motivo de este abrazo fraternal que acaban de darse las organizaciones de clase que forman la Alianza.
Aquellas otras entidades obreras que de una forma seria estén dispuestas a laborar por conseguir los propósitos indicados, pueden tramitar su ingreso en la Alianza, mediante una representación provincial y no por fracciones.
Por el bien económico, político y social del proletariado y en interés de la libertad es necesario que se unan en un solo frente y formen el cuadro contra el enemigo común: reacción y capitalismo.
Muy en breve, teniendo en cuenta el gran interés con que ha de ser acogida esta unificación de los trabajadores asturianos, el Comité de la Alianza dará a la publicidad un manifiesto exponiendo sus puntos de vista.
Por la CNT, UGT y PSO. –El Comité.
Oviedo, 31 de marzo de 1934” .
Ante la victoria de la derecha en las elecciones del 19 de noviembre de 1933 la CNT llama inmediatamente a su insurrección y el PSOE amenaza con su insurrección si entran ministros de la CEDA en el gobierno. Así, las dos grandes fracciones de masas de la clase obrera iban por libre, cada una a lo suyo. Esto demuestra que no tenían un programa para la clase obrera sino un programa de partido, de organización. Y lo grave de estas posturas era que llevaban por anticipado a la clase obrera a la derrota. Fue desde otras fracciones del movimiento obrero desde donde se vio la imperiosa necesidad de hacerle frente a la derecha aglutinando, y no dispersando, a la clase trabajadora: desde el BOC y la ICE.
El BOC estaba liderado por Joaquín Maurín y la ICE por Andreu Nin. Estos dos militantes comunistas estaban más vinculados que nadie en el Estado español a las tradiciones bolcheviques del movimiento obrero por lo que su defensa del “frente único” venía de lejos, defensa que se ligaba a lo mantenido por la Internacional Comunista en tiempos de Lenin y Trotsky.
Leyendo números de La Batalla de 1933 y 1934, en ese momento el Órgano de la Federación Comunista Ibérica y Portavoz del Bloque Obrero y Campesino, como rezaba el subtítulo, uno adquiere la sensación de que el “frente único”, la “Alianza Obrera”, es una obsesión para el BOC. Una obsesión por aglutinar a la clase obrera para que no se desperdigase y le plantase cara colectivamente a la derecha que, como pronto se vería, quería fascistizar la República. Así, no es de extrañar que en cuanto ganó la derecha el líder del BOC saliera a la palestra para hacer una valoración del proceder pasado del PSOE y de su posible conversión revolucionaria, haciendo dos analogías, una peculiar e incorrecta entre el pasado reformista del PSOE y el batallar de Trotsky antes de 1917, y otra más acertada entre la radicalidad teórica del austromarxismo y la naciente agresividad dialéctica del socialismo español. Está claro que el líder del BOC le prestaba una atención excepcional al PSOE porque al ser una de las dos grandes fracciones de masas del movimiento obrero su abandono definitivo del reformismo sería capital para la marcha de la unidad orgánica de la clase trabajadora y, por lo tanto, para buscar los meandros que condujesen al delta de la revolución social.
Veamos el artículo de Maurín tal y como viene en La Batalla, en cuya portada, al lado del logotipo, sobresalía la consigna “Frente Único Obrero para aplastar todo movimiento contrarrevolucionario”:
“Después de las elecciones
¿Qué hacer ahora?
El día 19 de noviembre y el 3 de diciembre se han celebrado las elecciones generales. Ha sido elegido un nuevo Parlamento. Un Parlamento en el que la mayoría obrera y pequeño-burguesa de las Cortes anteriores ha sido sustituida por una aplastante mayoría de la gran burguesía.
La Cortes Constituyentes fueron el freno de la revolución. En un momento en que el poder del Estado estaba en crisis, y la impulsión revolucionaria era irresistible, la burguesía necesitaba encontrar un instrumento que paralizara la marcha de la revolución. Esa fue la misión de las Cortes Constituyentes.
El antagonismo fundamental, la antítesis entre Reforma y Revolución, fue resuelta por el Parlamento en favor de la primera. Desde el momento en que las Cortes eran reformistas se oponían a la Revolución. Las Reformas que el Parlamento elaboró no tenían otro objeto, en suma, que hacer concesiones mínimas para que la Revolución disminuyera su ritmo.
Los partidos pequeño-burgueses y la socialdemocracia fueron los sacerdotes que mantuvieron constantemente encendida la llama ante el altar del Parlamento. Los socialistas no comprendieron que todas las leyes, que todas las reformas serían barridas implacablemente por la contrarrevolución, cuando esta se sintiera con fuerzas para hacerlo.
El Parlamento, precisamente porque no era una afirmación, sino un puente tendido entre la Revolución y la contrarrevolución, una situación interina, estaba destinado a estrellarse. Cabían solamente dos soluciones: o bien transformarlo en Convención, como hizo la Revolución francesa de fines del siglo XVIII, o ser disuelto por la contrarrevolución. El empeño de mantenerlo en pie, cuando no servía a la Revolución, era vano desde el momento que la reacción se sintió con fuerzas para desbordarlo pasando por encima de él.
Los socialistas tuvieron dos oportunidades históricas para transformar el Parlamento en Convención revolucionaria: inmediatamente después de la insurrección de Sanjurjo, y cuando la primera crisis del Gabinete Azaña, en junio de este año. Pero, como ya señaló Marx, la actuación parlamentaria crea el cretinismo parlamentario. Y los socialistas creyeron que el Parlamento, su Parlamento, duraría indefinidamente.
Fue la otra oposición, la que propugnaba por la disolución del Parlamento, la que triunfó.
Los socialistas –un poco tarde- se dieron cuenta que se habían equivocado, de que, enmarañados en la red inextricable de leyes y reformas, habían dejado perder los momentos más preciosos de la revolución. E hicieron un viaje brusco. Abandonaron a su suerte el cadáver de los partidos pequeño-burgueses y buscaron su salvación haciendo promesas de un cambio de política. Señalaron en sus declaraciones y discursos que a través de la democracia burguesa no era posible ir al socialismo. Se declararon revolucionarios y partidarios de la dictadura del proletariado.
Pero el partido socialista ha de demostrar prácticamente que el viraje es algo más que simple propaganda electoral.
Es muy difícil, sin embargo, que la socialdemocracia abandone sus posiciones clásicas. Lo hemos visto en Alemania e Inglaterra.
Sobre la socialdemocracia pesa como una losa de plomo su pasado reformista, sus convicciones parlamentarias, su espíritu evolucionista.
¿Sabrá la socialdemocracia española hacer esta rectificación e incorporarse, realmente, a la acción revolucionaria del proletariado?
No prejuzguemos. En situaciones históricas determinadas hay una ruptura de lo que en otras condiciones era normal. Trotsky, por ejemplo, que estuvo fluctuando alrededor del menchevismo hasta 1917, supo identificarse plenamente más tarde con el pensamiento de Lenin y en la acción del partido bolchevique.
El partido socialista tiene ante sí, como todo el proletariado español, un dilema inexorable: triunfo total de la revolución obrera, o la victoria desenfrenada del más agudo reaccionarismo, al ejemplo de Italia, Alemania, Austria.
No es imposible que la nueva promoción socialista que ha palpado los fracasos de la experiencia reformista y ha visto la catástrofe del proletariado alemán, sepa encontrar su vía justa.
La posición más falsa sería la de repetir en España el austromarxismo. Esto es, ser revolucionario en la forma y reformista en la práctica. Este es el gran peligro que hay que prever e impedir.
La composición definitiva del nuevo Parlamento –y esto es grave- deja aún un amplio margen de posibilidades para que renazca el ilusionismo parlamentario. Aun cuando hay un fuerte bloque de derechas, los sectores llamados de izquierda y de centro pueden, en la arena parlamentaria, volver a crear esperanzas culminando en la idea de una no lejana disolución de las Cortes para ser sustituidas por otras Cortes más “izquierdistas”.
Las masas obreras no confían en este Parlamento, ni en el que venga. Si el partido socialista quiere empeñarse en colocar en el primer plano la acción parlamentaria –y esta es la posición del ala derecha representada por Besteiro-, la socialdemocracia demostrará que es incapaz de salir del círculo vicioso. La clase trabajadora, defraudada, no seguirá a la socialdemocracia, pero se ahondará más y más la división obrera, que es tanto como decir que la contrarrevolución encontrará fácil el camino para su ascensión.
La lucha extraparlamentaria, el abandono de las ilusiones democráticas, la plena convicción de que el Parlamento es opuesto a la Revolución, y que la Revolución ha de ganarse por la acción de masas, por grandes movimientos y que tengan unidad de acción: he aquí la única perspectiva que puede conducir a la Revolución socialista triunfante.
Joaquín MAURÍN”
Que entonces en el PSOE había fuerzas que pugnaban por salir del reformismo lo indicaban la propia ruptura del PSOE con los partidos pequeño-burgueses de la izquierda republicana y las posteriores manifestaciones de Luis Araquistáin, director de Leviatán, la revista teórica de la izquierda del PSOE, que dirá “hay que volver a Marx y Engels, no con los labios, sino con la inteligencia y la voluntad. El socialismo reformista está fracasado” , y las propias declaraciones de Largo Caballero que decía cosas como “hay que crear un ejército revolucionario que poder enfrentar con nuestros enemigos” .
Los dos grandes movimientos de masas de la primera mitad del siglo XX en el movimiento obrero español eran el anarcosindicalista y el socialista. Si bien la primera Alianza Obrera se creó el 9 de diciembre de 1933 en Cataluña bajo los auspicios del BOC y la ICE y sin la participación de la CNT, su precedente histórico podría buscarse en el Pacto de Zaragoza firmado el 17 de julio de 1916 por la UGT (Largo Caballero, Julián Besteiro y Vicente Barrio) y la CNT (Salvador Seguí y Ángel Pestaña) que posibilitó que las veinticuatro horas de la huelga general del 18 de diciembre de 1916 fueran “unas maniobras proletarias con un tino y un éxito como no se conocían en España” . Así, si la Alianza Obrera del año 1933 como idea política no surgió de ninguna de las dos grandes fracciones del movimiento obrero no hay que olvidar que los dos grandes propulsores teóricos del proceder aliancista de la década de los treinta, Joaquín Maurín y Andreu Nin, habían sido militantes reconocidos de la CNT y ambos eran grandes admiradores de Salvador Seguí, uno de los firmantes del Pacto de Zaragoza, y en quién anidaban ideas aliancistas para encuadrar a las dos grandes fracciones del movimiento obrero español.
La coyuntura en la que se dio la materialización de la primera Alianza Obrera era completamente novedosa en el Estado español. Eran los tiempos de la II República pero cuando esta ya había marchitado las ilusiones que los trabajadores de la ciudad y del campo habían depositado en ella. La desilusión popular había posibilitado la victoria de la derecha en las elecciones generales del 19 de noviembre de 1933, derecha que, liderada por la CEDA, no sólo quería desmontar las reformas del bienio republicano-socialista (1931-1933) sino traer el Estado corporativo, siguiendo el ejemplo de lo que ocurría en Italia, Alemania y en Austria, lo que supondría la fascistización de la II República.
Fue esta nueva coyuntura la que trajo la insurrección anarquista del 8 al 12 de diciembre de aquel mismo año por zonas de Aragón, La Rioja y Andalucía, la que llevó a que el PSOE/UGT amenazase con llamar a la insurrección si entraban en el gobierno ministros de la filofascista CEDA, y fue también en esta coyuntura cuando dos ex cenetistas, antaño ligados al sindicalismo revolucionario y ahora relacionados con las tradiciones bolcheviques, Joaquín Maurín y Andreu Nin, llamaron a crear la Alianza Obrera, a aglutinar a las diversas fracciones del proletariado para hacerle frente a la derecha en su claro intento de fascistizar la II República.
La configuración material de la primera Alianza Obrera se debió al pacto entre el BOC, la ICE, los Sindicatos de Oposición (los treintistas), la USC, que posteriormente sería expulsada por formar parte del gobierno de la Generalitat, la Unió de Rabassaires, que la abandonará al poco tiempo, la FSL, el PSOE y la UGT . Como se ve no integraba esta primera Alianza Obrera la CNT a pesar de constituirse en Cataluña, donde el sindicato anarcosindicalista encuadraba a la mayoría de la clase trabajadora.
¿Qué era la Alianza Obrera para sus promotores teóricos y para los anarcosindicalistas que la aceptaron? ¿Había divergencias fundamentales? Veámoslo. Para Nin antes de octubre de 1934, “la Alianza Obrera tienen dos características fundamentales que, por su trascendencia, juzgamos poner de relieve: primero, la afirmación clara y resuelta de que la clase trabajadora se dispone a luchar, no como un apéndice radical, sino para cumplir con plena independencia, su misión histórica: dar la batalla a la burguesía, conquistar el poder y realizar la revolución social; segundo, el acuerdo perfecto, para cumplir esta misión, con los campesinos, cuya reivindicaciones pueden hallar plena satisfacción sólo en la revolución proletaria” . Decía Maurín ya en 1936, “la Alianza Obrera, o no será nada, o ha de ser el soviet de la revolución española. En este último caso, son tres las fases por las cuales ha de pasar: Primera, organismo de frente único, de reagrupamiento obrero, unidad de acción ofensiva o defensiva, según los casos. Segunda, instrumento insurreccional, como fue en Asturias y en parte en Cataluña. Tercera, organismo de poder” .
Veamos ahora la opinión del libertario Orobón Fernández, “una inteligencia de excepción” para el teórico anarquista Diego Abad de Santillán, y uno de los grandes valedores del movimiento aliancista en el seno de la CNT, en un artículo publicado en febrero de 1934: "La realidad del peligro fascista en España ha planteado seriamente el problema de unificar al proletariado revolucionario para una acción de alcance más amplio y radical que el meramente defensivo. Reducidas las salidas políticas posibles de la presente situación a los términos únicos y antitéticos de fascismo o revolución social, es lógico que la clase obrera ponga empeño en ganar esta partida (…). Los trabajadores españoles coinciden hoy instintivamente en apreciar la necesidad de una alianza de clase que ponga fin al paqueo interproletario provocado por las tendencias y capacite al frente obrero para realizaciones de envergadura histórica. Puede decirse que psicológicamente la alianza es ya un hecho (…). Esta disposición anímica de la clase obrera precisa una pronta y eficaz cristalización orgánica (…). Los trabajadores de las diversas tendencias se han dado cuenta de que la unión combativa de clase es hoy cuestión de vida o muerte para la causa del proletariado (…). La disyuntiva es clara: hay que ser yunque o martillo; o aplastamos implacablemente al fascismo, o éste nos aplastará sin contemplaciones de ningún género (…). Para vencer al enemigo que se está acumulando frente al proletariado, es indispensable el bloque granítico de las fuerzas obreras. La fracción que vuelva las espaldas a esta necesidad se quedará sola (…). Porque mil veces preferible a la derrota que el que el aislamiento nos depararía, inevitablemente, es una victoria proletaria parcial que, sin ser patrimonio exclusivo de ninguna de las tendencias, realice de momento las aspiraciones mínimas coincidentes de todos los elementos pactantes, aspiraciones mínimas que comienzan en la destrucción del capitalismo y la socialización de los medios de producción (…). Y no han faltado compañeros de significación en los medios confederales que con la mayor buena fe, sin duda, se han declarado adversarios de esa inteligencia obrera, e incluso han hecho patéticos llamamientos en defensa de los principios anarquistas que ellos erróneamente creen amenazados. Estos camaradas parece no haberse dado cuenta del profundo cambio que el panorama social de España ha experimentado en los dos meses últimos, cambio que puede resumirse en tres hechos: Primero, la invalidación total de la democracia y sus expedientes políticos; segundo, la radicalización reaccionaria de la burguesía española, hoy en marcha ostensible hacia el fascismo, y tercero, el desplazamiento teórico y práctico de la socialdemocracia que, abandonando su funesta política colaboracionista, se ha reintegrado a su posiciones de clase. Estos tres hechos, claramente visibles, han despejado el campo de la lucha de clase, creando una situación nueva y de peculiares exigencias tácticas (…). La unidad exige una base de sinceridad (…). Conviene no olvidar que de la sinceridad de esta unión depende la seriedad de las conquistas y la posibilidad de que una revolución hecha por un bloque proletario en España sea apoyada por bloques análogos allende las fronteras (…). La unidad proletaria es hacedera en un noventa por ciento con que sólo la quieran la CNT y la UGT (…). El restablecimiento de la cordialidad, la franqueza y el respeto mutuo entre los distintos sectores del campo proletario, es el primer paso práctico hacia la alianza revolucionaria. Y este paso sólo puede darse prescindiendo todos de las belicosidades de bandería, sin ahogar, claro está, la expresión de la crítica objetiva (…). Si Largo Caballero quiere hacernos creer en la sinceridad de sus manifestaciones revolucionarias, a lo cual estamos bien dispuestos, es preciso que imponga una consecuencia decidida con ellas a los diputados socialistas. Conocemos muy bien los manejos de los Trifones, Besteiros y Saborits contra la unión obrera y la revolución (…). Y la unidad revolucionaria se hará, no para encumbrar caciques ni hacer ministros pequeñoburgueses, sino para acabar con el tinglado capitalista y empezar la construcción de un mundo nuevo y libre (…). Hemos llegado al aspecto más delicado del problema. Lo primero que conviene dejar sentado es que ninguna de las bases doctrinales específicas de cada movimiento puede servir de plataforma a la unidad (…). Largo Caballero habla de la conquista íntegra del poder público ; los comunistas quieren la implantación de la dictadura del proletariado y los anarcosindicalistas aspiran a instaurar el comunismo libertario (…). De estos tres puntos de vista hay que quitar todo lo que mutuamente tengan de refractario e incompatible. Sólo así se podrá hallar la necesaria línea de convergencia, de cuyo logro y mantenimiento depende el triunfo permanente y ascendente de una revolución proletaria (…) Puesto que en el fondo, y según reconocimiento explícito de sus principales teóricos, también los comunistas y socialistas aspiran, como última etapa de su desarrollo, a un régimen de convivencia sin clases ni Estado, una de las bases de la alianza deberá estipular el avance en este sentido hasta donde sea posible. Es decir, que con el nuevo orden social no han de crearse órganos coercitivos a la ligera y por el capricho de ajustarse al recetario artificioso de una tendencia, sino sólo los resortes estrictamente indispensables para el encauzamiento eficaz de la labor revolucionaria (…). El burocratismo y el bonapartismo, amenazas latentes de toda revolución, se evitan poniendo la revolución en manos del pueblo laborioso (…). Lo que más importa es fijar desde ahora las líneas directrices de orden general que pueden servir de plataforma a la alianza (…). Primero. Acuerdo sobre un plan táctico inequívocamente revolucionario que, excluyendo en absoluto toda política de colaboración con el régimen burgués, tienda a derribar éste (…). Segundo. Aceptación de la democracia obrera revolucionaria, es decir, de la voluntad mayoritaria del proletariado, como común denominador y factor determinante del nuevo orden de cosas. Tercero. Socialización inmediata de los elementos de producción, transporte, conmutación, alojamiento y finanzas (…). Cuarto (…) mantenimiento del principio de unidad en la estructuración de la economía. Quinto. Todo órgano ejecutivo necesario para atender a otras actividades que las económicas estará controlado y será elegible y revocable por el pueblo. Estas bases son mucho más que una consigna. Representan un programa que recoge sintéticamente las realizaciones susceptibles de dar médula social a una revolución. Además de ser un cartel expresivo de las aspiraciones esenciales del movimiento obrero, constituyen un punto de coincidencia en lo fundamental para todas las tendencias. De cualquier manera, con estas o con otras bases, consideramos necesario establecer un acuerdo previo sobre los primeros pasos de la revolución (…) Porque si para derrotar a un régimen enemigo es indispensable la unión de las fuerzas proletarias, lo es mucho más para asegurar el fruto del triunfo revolucionario y vencer las dificultades que puedan acumularse en el periodo inicial (…) Cuanto queda dicho escandalizará acaso a los aficionados a cabalgar sobre purismos teóricos. Quizá se nos tache de herejes por no pagar tributo a rigideces dogmáticas en boga. No nos importa (…). Hemos visto la realidad sin las gafas ahumadas de preocupaciones y convencionalismos doctrinales. Se trata de una revolución y no de una discusión doctoral sobre tal o cual principio. Los principios no deben ser mandamientos de la ley, sino fórmulas ágiles para captar y moldear la realidad".
Este razonamiento político de Orobón Fernández no cayó en saco roto porque el 28 de marzo de 1934 “la Confederación Regional del Trabajo de Asturias, León y Palencia” firmó con la Federación Socialista asturiana la Alianza Obrera. ¿Con qué propósito se firmó la alianza? Con uno muy claro, “este pacto constituye un acuerdo de organizaciones de la clase trabajadora para coordinar su acción contra el régimen burgués y abolirlo” . La CNT asturiana va a defender de manera categórica la necesidad de mantener la alianza en Asturias con el movimiento socialista en el Pleno de Federaciones Regionales de la CNT, celebrado en Madrid el 23 de junio de 1934. El pacto entre el anarquismo y el socialismo en Asturias atrajo inmediatamente al seno de la alianza al BOC y la ICE, mientras que el PCE atacará este proceder de una forma tan rotundamente sectaria que llegará a decir que “la Alianza Obrera es el nervio vivo de la contrarrevolución” , lo que no le impedirá entrar en ella en Asturias cuando se desencadene la insurrección ni pasar a reivindicar a posteriori a la revolución asturiana como un producto exclusivamente suyo.
Para intentar comprender por qué la CNT no entró en la Alianza Obrera en Cataluña y sí lo hizo en Asturias hay que tener en cuenta varios factores. En primer lugar, tanto en el movimiento anarcosindicalista como en el socialista había una dinámica de absorber a las partes y no de aglutinar al conjunto del movimiento obrero. Podríamos decir que tenían un programa para los trabajadores encuadrados en su organización pero no un programa para el conjunto de la clase trabajadora. Así, ambos movimientos de masas pecaban de sectarismo. Ninguno de ellos pudo entender que para liderar al movimiento obrero no hay que encajonarlo en la propia organización. Unos y otros lo hubiesen podido liderar encuadrándolo en una organización común a toda la clase trabajadora, aunque para mantener el liderazgo habrían tenido que bajar a la arena de la diversidad ideológica, donde no valen como principios los esquemas de una organización en particular. En segundo lugar, en la CNT catalana la Alianza Obrera no fue vista con buenos ojos posiblemente porque se la veía como un competidor en la tarea de organizar a la clase trabajadora. Esto explicaría que en Cataluña la CNT estuviese en contra del movimiento aliancista, no obstante esto trajo contradicciones porque cuando se dio allí la insurrección de octubre partes de la CNT participaron en ella con vigor. En tercer lugar, en Asturias ninguna de las dos grandes fracciones del movimiento obrero era hegemónica, aunque tuviese más fuerza la socialista. Esto hizo ver la imperiosa necesidad de la alianza, que por su propia diversidad posibilitó que la variedad ideológica del movimiento obrero fuese asumida con naturalidad.
Después de Octubre hubo sectores del anarcosindicalismo que comprendieron a la perfección que lo que había que hacer era profundizar la experiencia aliancista. Fue el caso, por ejemplo, de
Manuel Villar, el director de Solidaridad Obrera, que había ido a Asturias para hacer sobre el terreno una valoración de Octubre. En la “conclusión” de su texto, “El Anarquismo en la insurrección de Asturias” hace la siguiente reflexión: “La CNT se encontró en octubre ante un hecho insurreccional del que no había sido advertida ni para el que se solicitara colaboración (…). Por nuestra parte, faltó la línea de orientación colectiva de carácter nacional, que señalase en todos los lugares la conducta a seguir (…). El grave defecto de la parcialización insurreccional, que se manifestó en enero y diciembre de 1933, ha vuelto a tener, por desgracia, una nueva expresión en la lucha más amplia y profunda de octubre. Con lo que se demuestra por otra parte que estos errores de preparación y realización de un movimiento no son patrimonio exclusivo de una determinada fracción del proletariado. Vayamos aprendiendo todas estas lecciones de la experiencia, que es la gran educadora. No basta con que en una región se produzca el hecho insurreccional, por grande que sea su poder expansivo. El Estado necesita ser atacado en todas partes (…). Si el avance hacia un porvenir mejor ha de hacerse en lo sucesivo al precio de menores sacrificios y de más eficaces resultados, las lecciones de enero y diciembre de 1933 y de octubre de 1934 deben ser aprovechadas” . Así, no es de extrañar que una Conferencia Regional Extraordinaria de la CNT en Cataluña, celebrada del 25 al 27 de enero de 1936, si bien se pidió una actitud abstencionista para las próximas elecciones, propuesta de la que hicieron caso omiso destacados militantes libertarios como fue el caso de Durruti, decidiese “por gran mayoría, por coincidencia casi unánime, acepta en principio un proyecto de pacto desde el punto de vista exclusivamente revolucionario, con la Unión General de Trabajadores” . Unos pocos meses después, en mayo de 1936, durante el Congreso Confederal, el “Dictamen sobre Alianzas Revolucionarias” dice: “Considerando que es ferviente deseo de la clase obrera española el derrocamiento del régimen político y social existente, y considerando que la UGT y la CNT aglutinan y controlan en su seno a la totalidad de los trabajadores organizados en España, esta Ponencia entiende: Que la Confederación Nacional del Trabajo de España debe dirigirse oficial y públicamente a la UGT, emplazándola para la aceptación de un pacto revolucionario” . Así, el movimiento libertario estaba listo para caminar por la senda aliancista si se lo proponía la otra gran fracción del movimiento obrero, la socialista.
Por el prejuicio “apolítico” de la CNT recaía en la izquierda del movimiento socialista, liderada por Largo Caballero, la responsabilidad política de aglutinar al movimiento obrero para hacerle frente a la reacción autoritaria-fascista. El propio Largo Caballero había dicho que “el Partido tendrá que elegir entre ser secuaces de los republicanos o seguir la línea de Octubre. Todos, todos, vamos a tener que elegir” . Él mismo afirmó, correctamente, que el Frente Popular “para los partidos de clase, es el suicidio” . A pesar de todo, en franca contradicción con lo dicho por la izquierda del movimiento socialista, el PSOE eligió ir por el camino trillado de una alianza electoral con la izquierda republicana que, además de tener prioridad en las candidaturas, gobernaría en solitario. Esto no era más que la reiteración de la coalición republicano-socialista de 1931-33 pero con el agravante de que se estaba en otra coyuntura, en un tiempo donde se iba a dilucidar con las armas en la mano el triunfo de la revolución social o de la contrarrevolución autoritaria-fascista, y en esta coyuntura un gobierno de la pequeña-burguesía republicana posibilitaba el alzamiento de los militares ya que no poseía voluntad política para reprimirlos porque le tenía más pánico a la revolución social que al movimiento faccioso.
El Octubre asturiano había demostrado que la victoria de la clase trabajadora sólo era posible si se iba en unidad de acción, pero el escolástico apoliticismo de la CNT y la supeditación política del PSOE a la izquierda republicana demuestra que las dos grandes fracciones del movimiento obrero, a pesar de que tuvieron fogonazos de comprensión teórica de la realidad coyuntural, terminaron por formar el vagón de cola de la pequeña-burguesía democrática. Sólo el Golpe de Estado de autoritarios y fascistas en julio de 1936 movilizará a la base del movimiento obrero que irá en la práctica a la conquista de la revolución social.
BOC: Bloque Obrero y Campesino (Bloc Obrer i Camperol)
CEDA: Confederación Española de Derechas Autónomas
CNT: Confederación Nacional del Trabajo
ERC: Esquerra Republicana de Catalunya
FAI: Federación Anarquista Ibérica
FETT: Federación Española de Trabajadores de la Tierra, primero se denominó FNTT
FIJL: Federación Ibérica de Juventudes Libertarias
FNJS: Federación Nacional de Juventudes Socialistas
FNTT: Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra, después FETT
FSL: Federación Sindicalista Libertaria
IC: Internacional Comunista, III Internacional, Komintern
ICE: Izquierda Comunista de España
IJC: Internacional Juvenil Comunista
IR: Izquierda Republicana
JAP: Juventudes de Acción Popular
JSU: Juventudes Socialistas Unificadas
JCI: Juventud Comunista Ibérica
KOMINTERN: Kommunisticheski Internatsional
PCE: Partido Comunista de España
PCP: Partit Català Proletari
PNV: Partido Nacionalista Vasco
POUM: Partido Obrero de Unificación Marxista (Partit Obrer d´Unificació Marxista)
PSOE: Partido Socialista Obrero Español
SOV: Solidaridad de Obreros Vascos
UGT: Unión General de Trabajadores
UHP: Uníos Hermanos Proletarios
UJC: Unión de Juventudes Comunistas
USC: Unió Socialista de Catalunya
El bienio reaccionario (1933-36)
1933
-Elecciones legislativas (19, noviembre), ganan las derechas: se dan por sufragio universal masculino y femenino, es decir, por primera vez en la Historia de España las mujeres tenían derecho al voto. Votaron 8,7 millones de electores, lo que equivalía al 67,46% del censo. La abstención (32,54%) fue más numerosa que en las elecciones de 1931.
-Insurrección anarquista (8-12, diciembre): en zonas de Aragón, la Rioja y Andalucía.
-Se funda la primera Alianza Obrera en Barcelona (9, diciembre).
-Gobierno Lerroux (18, diciembre), con permiso de la CEDA.
1934
-Se crea Izquierda Republicana (2, abril), liderada por Azaña.
-Huelga de Zaragoza (28 de marzo a 9 de mayo).
-Gobierno de Ricardo Samper (28, abril), con permiso de la CEDA.
-Huelga general de los trabajadores del campo liderara por la FETT (Federación Española de Trabajadores de la Tierra) (5-18, junio): Andalucía, Extremadura y Castilla-La Mancha (Castilla La Nueva).
-El Tribunal Constitucional se pronuncia a favor del gobierno y anula la Ley de Contratos de Cultivos promulgada por la Generalitat (8, junio).
-Son descubiertos arsenales de armas de los socialistas (11, 14 y 20 de septiembre).
-Gobierno Lerroux con participación de la CEDA (4, octubre): la chispa que enciende la llama de la insurrección.
-INSURRECCIONES Y REVOLUCIÓN
-Empieza la huelga general y la insurrección (5, octubre).
-Madrid: conatos de insurrección, la huelga general va del día 5 al 12 de octubre.
-Cataluña: Insurrección y huelga general del 5 al 9 de octubre.
-Asturias: Revolución de Octubre, del 5 al 18 de octubre.
-Represión: asesinatos, fusilamientos, violaciones, torturas, clausura de locales sindicales y de prensa obrera, 30.000 trabajadores encarcelados, miles de obreros despedidos.
1935
-Gobierno Lerroux con cinco ministros de la CEDA, con Gil Robles en Guerra (6, mayo). Gil Robles nombra al general Fanjul subsecretario de Guerra, Jefe del Estado Mayor a Franco (17, mayo), pone al mando de la Inspección General del Ejército a Goded y a Mola le da la jefatura de las tropas coloniales.
-Prieto, de acuerdo con Azaña, lanza la idea de la coalición republicano-socialista (abril): germen del Frente Popular.
-VII Congreso de la Internacional Comunista en Moscú (25 de julio-25 de agosto): se postula el Frente Popular.
-Ley de Contrarreforma Agraria (1, agosto).
-Se funda el POUM (29, septiembre).
-Mitin gigantesco de la izquierda frentepopulista en Comillas (Madrid): Azaña habla ante más de 300.000 personas (20, octubre).
-Gobierno de Portela Valladares (12, diciembre) sin miembros de la CEDA y sin miembros del Partido Radical. Este gobierno, sin apoyo en el Parlamento, sólo podía servir para convocar elecciones generales.
1936
-Se disuelve el Parlamento y se convocan elecciones legislativas (7, enero).
-Se firma el pacto del Frente Popular (15, enero).
A) Frente Popular: PSOE, UGT, POUM, PCE, Partido Sindicalista, Juventudes Socialistas, Izquierda Republicana y Unión Republicana.
B) Front D´Esquerres: Alianza Obrera, ERC, Acció Catalana Republicana, Partit Nacionalista Republicà Català y Unió Socialista de Catalunya.
-Elecciones legislativas (16, febrero), triunfa el Frente Popular: las macrocifras son, vota el 72% del censo, 4,6 millones de votos para el Frente Popular y 4,5 millones para la gran coalición Ceda+Monárquicos+Tradicionalistas+Agrarios. Como el sistema electoral primaba a las mayorías, el Frente Popular obtuvo 263 diputados y la Derecha 156.
-Azaña forma gobierno (19, febrero): sólo hay ministros republicanos, ninguna representación en el gobierno de los partidos obreros aunque el PSOE es el que tiene más escaños en la coalición frentepopulista.
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